domingo, 26 de marzo de 2017

Ya debería ser otoño

Cruzar la avenida porque el semáforo me lo permitió es el principio del camino de las calles sin señal que me faltan recorrer hasta llegar debajo de mi ventilador para que seque el sudor que solamente recubre mi frente. Nada más que mi frente.
Ya debería ser otoño porque la fecha del solsticio, o del equinoccio fue hace unos días y sin embargo mi cuerpo no percibe un cambio. Es como si hubiera una cristalización de algo que no sucedió. Tenía que cambiar el tiempo y por qué no el espacio, pero sólo cambió el nombre de eso que todavía está cambiando. Me resulta un poco incómodo porque preferiría que primero sucedan las cosas y después poder nombrarlas. Este catálogo que nos dieron no coincide con lo que nos está pasando y creo yo desde lo más profundo de mi ser pero sin ninguna prueba, que a la realidad le duele cuando la estiran para que entre en esos casilleros infinitos con infinitas etiquetas. Si ya son infinitas por qué no podemos crear una nueva cada vez que hay un cambio, por más sutil y pequeño que sea. Aunque sea efímero y se desvanezca esa nueva especie de lo que sea, quizá la etiqueta también se desvanezca con ella y de esa forma habría tantas palabras como deseos de singularidad haya. Todo dejaría de funcionar y no podría pensar ni sentir el otoño porque cada año sería algo nuevo y diferente. Y cada instante de Marzo a Septiembre sería un nuevo otoño. El otoño de hace un segundo nada tiene que ver con el del segundo que viene, porque el tiempo es diferente y porque está más cerca de mañana o del invierno, o inclusive del otoño próximo.  Estoy muy enfada por no ser lo suficientemente sensible y no poder percibir esos cambios mínimos. Por eso mi cuerpo no percibe que es otoño. Cuerpo bruto y amarillista en el que nos convertimos que para percibir nuestro alrededor no le basta con cerrar los ojos. Somos mucho más que lo que nos dicen o lo que sentimos cuando recibimos un golpe de frío. Toda la vida buscando adormecer nuestro sentir porque debe ser enorme todo lo que podemos.

Un auto me deja cruzar la calle sin señal y aprovecha para llamar mi atención e intentar desnudarme durante los segundos que tardo en cruzar el empedrado. Por adentro me río porque no pudo llamarme la atención, justo estaba pensando un poco enfadada en por qué no podía discernir en qué detalles el día de hoy era diferente al día de ayer y por qué no era otoño aunque me dijeran que sí lo era, cómo podía argumentar mi respuesta o en realidad cómo podía hacer para percibir este nuevo otoño que nada tiene que ver con el del año pasado. Y mientras tanto alguien en frente mío intentando ver cómo podía pasar por sobre mi deseo y desnudarme sin siquiera tocarme para no caer en manos de la violencia legítima. Desnudame tranquilo que cada cuerpo es diferente y nunca vas a conocer el mío.

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