De qué modo puedo abrazar a la vida si es algo que se escurre con el tiempo o peor aún, se vacía de quienes la hacen vida.
De que forma se puede hablar de la muerte tan frivolamente, como algo que está y ya. No hay palabras que abarquen los vacíos, ni expresiones que puedan ayudarme a transmitir como adentro mío hay un vacío repleto de tormentas eléctricas que a veces me hacen doler, a veces salen para afuera y a veces solo deja que salga esa lluvia en forma de lágrimas.
No hubo precuelas, ni avisos, ni médicos, no entiendo qué pasa en los cuerpos. De repente las personas desaparecen y no vuelven más. Y no existen los llamados, ni los mails, tampoco las fantasías de encontrártelos de casualidad en la calle, no existe que alguien que lo vio te cuente cómo estaba o como tenía el pelo. Y si no soñas con esa persona en una semana a veces aparece el miedo de olvidarte como era la voz.
Y no importa la fuerza, ni la concentración. No sirve de nada.
Tampoco existe la posibilidad de extrañar porque no se resuelve.
La muerte no es un problema porque no tiene solución.
Y no puedo resolver esto qué pasó, qué otras cosas puedo hacer si todas mis herramientas no pueden salir de querer hacer algo para lograr lo imposible.
Y aparece el miedo de que alguien más un día desaparezca.
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