miércoles, 27 de septiembre de 2017

Si no tiene solución no es un problema

Cómo no voy a enojarme con la humanidad si fueron algunos de los que participaron en ella los que me hicieron creer que el mundo era un lugar ameno para vivir, que la felicidad es algo a construir con materiales que todos tenemos al alcance de la mano , que el dolor era un factor que permitía poder ver las cosas buenas que si estaban. 
De qué modo puedo abrazar a la vida si es algo que se escurre con el tiempo o peor aún, se vacía de quienes la hacen vida.
De que forma se puede hablar de la muerte tan frivolamente, como algo que está y ya. No hay palabras que abarquen los vacíos, ni expresiones que puedan ayudarme a transmitir como adentro mío hay un vacío repleto de tormentas eléctricas que a veces me hacen doler, a veces salen para afuera y a veces solo deja que salga esa lluvia en forma de lágrimas. 
No hubo precuelas, ni avisos, ni médicos, no entiendo qué pasa en los cuerpos. De repente las personas desaparecen y no vuelven más. Y no existen los llamados, ni los mails, tampoco las fantasías de encontrártelos de casualidad en la calle, no existe que alguien que lo vio te cuente cómo estaba o como tenía el pelo. Y si no soñas con esa persona en una semana a veces aparece el miedo de olvidarte como era la voz. 
Y no importa la fuerza, ni la concentración. No sirve de nada. 
Tampoco existe la posibilidad de extrañar porque no se resuelve.
La muerte no es un problema porque no tiene solución. 
Y no puedo resolver esto qué pasó, qué otras cosas puedo hacer si todas mis herramientas no pueden salir de querer hacer algo para lograr lo imposible.
Y aparece el miedo de que alguien más un día desaparezca. 

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